¿Qué pasa en una organización – de cualquier tipo – cuando sus principales referentes están ocupando la mayor parte de su tiempo en funciones que no hacen al objetivo de la organización? ¿Qué sucede cuando no les alcanza el día para ocuparse de lo estratégico, de poder acompañar a sus equipos de trabajo, de impulsar la creatividad, de trabajar colaborativamente para alcanzar objetivos comunes? Sucede que la organización empieza a deteriorarse, ingresando en un círculo vicioso que devora el principal insumo que le da vida: la energía y vitalidad de sus miembros.
Esto mismo está sucediendo en la escuela secundaria. El equipo directivo debe ocuparse de múltiples temas que mayormente están centrados en cuestiones relacionadas con el mantenimiento edilicio de los colegios, la adquisición de insumos básicos para su funcionamiento, la resolución de emergencias (que de ser tan recurrentes ya dejaron de formar parte de lo excepcional para formar parte de lo cotidiano), y una larga lista de “etc” que le siguen. Si se le preguntara a un director o directora de cualquier escuela estatal respecto de qué porcentaje de su tiempo ocupa en esas tareas, posiblemente recibiremos como respuesta “más del 60%”. Por otra parte el sistema educativo no los forma ni los capacita para llevar a cabo esas tareas, con lo cual depende de la capacidad innata de cada uno de ellos saber desenvolverse en contextos de incertidumbre. Al mismo tiempo, le sumo, que no poder ocuparse de las tareas en las que sí deben involucrarse les genera “focos de ruido” que deberán batallar en el futuro inmediato. Me refiero a situaciones que por no poderlas manejar a tiempo generan inevitablemente conflictos dentro o fuera de la escuela. Algunos ejemplos son los conflictos con alumnos, con padres y docentes.
Diría entonces que la gestión de los equipos directivos es fundamentalmente “reactiva”: están detrás de sus escritorios para responder a las exigencias del día a día – la lista de etc que describimos anteriormente – con poco tiempo para dedicarse a los temas estratégicos que las escuelas necesitan urgentemente: nuevas formas de enseñanza, mayor uso de TICs en el aula, capacitación para ellos y sus docentes, hacer uso de la inteligencia colaborativa de la comunidad educativa para recuperar la misión principal del colegio secundario: que haya más egresados con título en tiempo y forma – es decir, con los conocimientos que deben adquirir los alumnos en los plazos preestablecidos por el sistema.
Como dije, el sistema educativo no los prepara para tal desafío y, además, les exige más resultados a pesar de enviarle menos recursos. Ciertamente es una misión difícil de concretar en un contexto aún más difícil. Necesitamos cambiar esa lógica por otra que realmente funcione para bien de la educación pública y de todos los que de una u otra forma somos parte de ese gran engranaje, especialmente los adolescentes.
Transformar la educación de abajo hacia arriba.
¿Cómo transformar grandes sistemas burocráticos a partir de la inteligencia de sus miembros? Analicemos un ejemplo que aporta la tecnología para entender qué pasa con estructuras que no evolucionan lo suficientemente rápido. Veamos el caso de INTEL, uno de las principales fabricantes de procesadores para computadoras y teléfonos inteligentes. Lo que no todos saben es que la compañía estuvo a punto de desaparecer hacia fines de los ´70 cuando su foco de negocio – que en ese tiempo era la producción de chips de memoria – estaba siendo arrebatado por los fabricantes japoneses. La dirección de la compañía quería mantenerse a toda costa en lo que sabían hacer – producir chips de memoria – pero sus principales gerentes, que batallaban a diario detrás de sus escritorios y sabían de la amenaza japonesa, comenzaron a direccionar los recursos de la empresa hacia la incipiente producción de microprocesadores que había iniciado INTEL. Eran conscientes que necesitaban hacer un cambio de rumbo para no perecer en el corto tiempo. Se sintieron forzados a innovar, a producir la transformación de la empresa de abajo hacia arriba. Fue gracias a sus iniciativas que INTEL no sólo logró sobrevivir sino que llegó a posicionarse como la gran empresa tecnológica que hoy conocemos. Supieron entender a tiempo que su organización – verticalista, burocrática y dirigida erróneamente por sus máximas autoridades – necesitaba urgentemente nuevos puntos de vista para innovar y no perecer. Y lo lograron.
Este ejemplo es muy parecido a lo que pasa en la educación pública pero sin el final feliz: estructura verticalista, mucha burocracia y herramientas y formas de trabajo desactualizadas. Debajo de la pirámide, en la base, se encuentran directivos y docentes que hacen lo que pueden con las pocas herramientas y recursos que el sistema les da. Con ese tipo de organización y dinámica de trabajo no podemos esperar grandes avances en la formación de los jóvenes. Para ser honestos todo dejó de funcionar hace bastante, especialmente cuando comenzamos a tomar nota que casi medio millón de adolescentes se va de la escuela secundaria cada año. Es la prueba más concreta que el sistema educativo no funciona (hay muchas otras, tomé a mi criterio la más elocuente de todas).
En mi opinión tenemos que tomar la iniciativa para producir los cambios que el sistema educativo necesita, y esos cambios deben surgir desde la propia escuela. En primer lugar los directores tienen que disponer del 80% de su tiempo para trabajar con los docentes, día a día, para producir más egresados, para reducir la repitencia y el abandono. Para ello necesitamos que las tareas administrativas y de mantenimiento edilicio – y otras que mencionamos al principio de la nota – sean llevadas a cabo por la Cooperadora escolar. Necesitamos también una escuela permeable a la “innovación educativa” entendida esencialmente como nuevas estrategias colaborativas para el aprendizaje y la enseñanza que mejor se adapten a su realidad. Necesitamos también el apoyo de empresas, universidades, ONGs, que complementen los esfuerzos para el aprendizaje de los adolescentes. Necesitamos nuevos entornos de enseñanza que vayan más allá de los límites del aula, que revitalicen la escuela media. Necesitamos que toda la comunidad educativa se comprometa a desplegar sus recursos e inteligencias en pos del futuro de sus adolescentes, y que decidan hacerlo porque es el único camino que nos queda para hacer algo concreto por la educación en nuestro país.